CONFIESO
Mudo Señor, velas mi pereza penetrada por la presencia húmeda del río. Sagrada verdina enroscada en un leñoso altar elevado. Confieso. Confieso que prefiero los atajos a los caminos. Confieso que he recibido más, mucho más que lo que ofrecí. Confieso que mis palabras sustituyen a las obras que exijo a los demás. Confieso cada Santo Lunes delante de la muerte de un justo, mezclado con el último sol que asaetea el hervor de la bullicie apasionada. Qué muerte tan total y tan entera nos devuelve a cada uno el ingenuo azahar de la primavera. Cristo nos quiere salvar con su trabajo. Así mueren los hombres.
Viene y busca al desamado
con ese dolor, tan lúcido,
que hasta el chorrear traslúcido
de las llagas del costado
en padecer descarnado
son el puente que amantilla
la pena mustia y amarilla.
Santo Cristo de la Yedra
quítame esta dura piedra,
cuando cruce a la otra orilla.
FOTO: Nio Gómez
Texto: Javier Fernández Franco