abril 26, 2024
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La política y la realidad

Va a ser porque soy un sieso y un avinagrado, seguro, pero no termino yo de verle la “utilidad social” a eso de expropiar una plaza de toros. Dicen que es porque Écija, además de Grande de España, es “cuna de maestros”. Porque hay mucha afición a los toros, vaya. Una razón que, ya puestos, sirve también para justificar la expropiación de los molletes de la Conchi o de los hermanos Armesto.

Y que conste que mis dudas no tienen nada que ver con las corridas de toros. Al que no le gusten, que no vaya. Aunque, al paso que va todo, van a convertirse en un lujo de ricos. Y nosotros ya no lo somos. Verá usted, señora, cómo, al final, las corridas de toros van a ser una cosa exclusiva de quien pueda pagarse una entrada. O dos.

No, mis dudas sobre este asunto de la compra de la plaza de toros van más por la parte tan española del despilfarro, de los millones tirados a la basura. Seguro que hay más de uno que le ve el lado positivo; yo mismo opino que, como habrá que restaurar el coso, la restauración se la podrían encargar a Frank Gehry y así, al menos, se lo podríamos enseñar a los turistas.

Pero me temo que no será así. En esto de la pasta quemada, hay manirrotos de la cosa pública que deberían hacer eso tan primario de ponerse en el lugar del otro, en la piel del vecino. Sobre todo, en la de aquellos que ni siquiera tienen resuelto lo inmediato. Aquellos para quienes la comida de cada día o la factura de la luz de cada mes suponen un quebradero de cabeza. Pero para eso deben apagar el anuncio de Campofrío y no creerse el monólogo de Desigual. La vida no es chula.