SENCILLAMENTE
¿Quién ha dicho que saber lucir la sencillez no es la belleza más rica, excelsa, sublime y admirable? La madre, discreta y humilde en su constante estar a diario al pie de la cruz. En sus entrelazadas manos se desprende un repeluco de mutismo atronador. Puerta del cielo, estando el mismo cielo en tu bendito rostro: letanizando en tu mirada absoluta que interpela. Viernes de chirridos de soga cimbreándose en el arrastrado abismo. De nostalgias no vividas y añoranzas de lo que ya pasó. Herencia para los necesitados del imperio de su paz.
Y esa fe que demuestra, es el único aval de María.
Nuestra madre más sencilla,
en la luz de los espejos
nos devuelve los reflejos
de una niña sin mancilla.
Ella, siembra la semilla
como un grano de mostaza,
que guía el camino y traza
para un Jesús ya sin soga.
Su amor, todo el miedo ahoga,
y su fe, por siempre abraza.
Fotografía: Nío Gómez
Texto: Javier Fernández Franco