DESHABITADA
Prado de resplandores y ráfagas entre nubes de engarfiados arbotantes. Cuánto fulgor para tan luctuoso trance en la utopía inaprensible de ese misterio que clarifica los renglones torcidos de la desdicha de Dios, por las cuatro esquinas del Carmen.
Ave María en la unción sagrada que sus níveas manos destilan. Clausura fatigada para este sábado de lenta y subversiva retirada, que no se cansa de acumular aniversarios.
Ya nos aleccionaba Machado: “Hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora”.
El silencio de su paz
en la tarde tan luctuosa
donde nos cubre la losa
pesada, cruel y mordaz.
Testimonio tan veraz
el de ese negro destierro
al que entregado, me aferro
como brizna de esperanza.
La Soledad nos alcanza
ante la hora de su entierro.