TOTA PULCHRA
Ella camina, próxima la luna a platear las azoteas, sola entre las bóvedas silentes del sufragio de los siglos enmarcados en un lóbrego dosel astronómico. Cumbre de las absolutas perfecciones. Maestría expirante de la madera viva que la convirtió en el rostro de la madre de Dios. Sonoros versos cincelados con la gubia del cariño para esta hermosa judía ecijana. Dolor barroco de siete días. Setenta veces siete dolores diarios. Dolor materno y sereno tras el canto de un gallo, en escorzo esquivo. Ella y nosotros caminando juntos, envueltos en el zigzagueante sahumerio que se riza en el frío oscuro del aire. En esta noche por Santiago con estudiantes adolescentes, envejecen los siglos.
Quién rompió ese recipiente
de tu rostro caramelo,
quién bajó a la tierra el cielo
regalándolo a tu gente.
El Genil en su corriente
de tus manos a tu frente
te sirvió de buen modelo.
Luna, luciendo a compás,
contigo, menos, es más,
sirviéndonos de consuelo.
FOTO: Nio Gómez
TEXTO: Javier Fernández Franco