Olas de pánico
Cada cierto tiempo se produce una ola de pánico. No sé si lo han notado. Empieza la cosa con un titular de periódico o de informativo (ni siquiera hace falta que haya noticia) y ya se va creando el run run y la cosa va in crescendo, hasta que la gente pulsa el botón del pánico como si se hubiera tropezado con Melendi o con algún maleante.
Esas olas de pánico son cíclicas. Y se crean por las más diversas causas. Casi todas tienen que ver con las tradiciones o con que algo vaya contra esas tradiciones. La tradición, ya saben, manda. Y mucho. Y tradiciones tenemos de todos los colores, así que nunca nos va a faltar quien se sienta ofendido u ofendida cuando crea que algo o alguien lesiona alguna de ellas.
Ya puede ser que en un desfile no haya unos tipos disfrazados de maceros, que a los Reyes Magos los vistan de Agatha Ruiz de la Prada o que mandemos a Eurovisión – ese templo del buen gusto musical – a una chica que canta en inglés. Cualquier cosa vale para sentirnos ofendidos y lanzar diatribas contra la posmodernidad que, válganos un dibé, amenaza con acabar con el tirar cabras desde los campanarios, la copla a todas horas en Canal Sur, cobrar sin IVA y otras tradiciones ancestrales.
Si nos guiamos simplemente por lo que ha dado de sí en informativos, periódicos, gacetillas y redes sociales ese sentimiento de ofensa a las tradiciones cuyo origen se pierde en eso tan poético de la noche de los tiempos, está claro que estamos tremendamente preocupados por los títeres, las rastas, los bebés en el Congreso, Venezuela e Irán. Espero con ansia verlo reflejado en la próxima encuesta del CIS.
Manuel Rodríguez