Instrucciones para un expolio
Dejémonos de prolegómenos, señora. Al grano: no sabemos hablar. Bueno, saber sí sabemos. Pero maltratamos las palabras. No las usamos como es debido, ni cuando debemos ni les damos el significado que deberían tener.
En serio: ¿dónde ha aprendido a hablar más de uno de los que asoman el hocico por los medios de comunicación locales? ¿En un ‘brainstorming’ de cuñados? Y si no es así ¿a qué viene llamar ‘expolio’ a la marcha de las monjas de las Teresas? A ver, vayan centrándose que delante hay sitio. Se expolia a alguien a quien se le quita violentamente algo que le pertenece, según la Real Academia de la Lengua. Verbigracia: expoliar es lo que hemos sufrido en las excavaciones del Picadero.
Lo de las Teresas es otra cosa. En sentido estricto, una mudanza: la de unas señoras que forman parte de una asociación determinada que no pueden mantener su sede y se cambian de casa. ¿Alguien ve la violencia en todo eso?
Ojo: no voy a ser tan incauto de decir que no me parece mal. Pero las señoras monjas en cuestión están en su derecho y, por seguir siendo estrictos, tras su mudanza, los supuestos tesoros que había en el convento los vamos a seguir disfrutando los ecijanos de a pie lo mismo que hasta ahora: nada.
Pero ese no es el tema. Es el de usar tan mal las palabras. Créanme que, si yo fuera creyente, le pondría toneladas de cirios a San Cucufato para ver si entre tanto desfile de caspa, carcundia y arrogancia mendaz que nos deja sin reservas de vergüenza ajena, encontramos el botón de ‘STOP’ para parar este ruborizante espectáculo de despropósitos.