Un japonés busca en Écija las huellas de San Pablo
Un sacerdote japonés jubilado, Tokuda Koichi, ha llegado hasta Écija siguiendo el rastro de San Pablo. El anciano, de 76 años y ya jubilado de su ministerio, recorre desde hace años los lugares donde vivió y se supone que estuvo el Apóstol de los Gentiles.
Tokuda Koichi es natural de Okinawa, la isla más al sur del archipiélago nipón. Le gusta repetir que “vengo del sur de Japón al sur de España”, buscando a San Pablo. Único cristiano en su familia – un 1% de los japoneses son cristianos – abrazó el protestantismo cuando tenía 35 años.
Dice que lo hizo tras un punto de inflexión en su vida que, por pudor, no detalla. Se limita a describirlo como un encontronazo contra una pared: su particular caída del caballo camino de Damasco. Se empezó a cuestionar su vida y leyó la Biblia. “La palabra de Cristo me salvó”, reconoce Tokuda Koichi.
Se topó con San Pablo. “La figura de Pedro me parecía simple; a San Pablo me costaba comprenderlo y me llamaban la atención sus cartas; al principio no me gustaba, pero quería comprenderlo y lo empecé a estudiar”.
El estudio llevó a una peregrinación por los lugares que explican la figura del Apóstol de los Gentiles. El primero, claro está, Tarso, en la actual Turquía. Luego Damasco, Antioquía, Éfeso, Atenas, Corinto, buscando el rastro de las comunidades cristianas a las que Pablo de Tarso enviaba sus epístolas. Luego viajó a Roma, “donde murió Pablo”, señala.
Siguiendo la prédica del Apóstol llegó también a Tarragona porque, en su epístola a los romanos, San Pablo habla de evangelizar los confines del Imperio, que entonces eran la Bética romana. Los expertos especulan con que Pablo llegara a Cádiz, donde había una colonia judía, pasara luego a Sevilla y llegara a Córdoba pasando por Écija, para luego trasladarse a Tarraco, la actual Tarragona.
Tokuda no busca sólo rastros teológicos, sino sobre todo huellas arqueológicas del paso por Écija de Pablo de Tarso. Busca al hombre de carne y hueso, y el testimonio de su presencia en la ciudad además de su mensaje evangélico. Como a todo protestante, la iconografía no le llama la atención, aunque asiste interesado a la procesión del patrón de Écija y se ha aprendido el milagro del niño Antón de Arjona. Su peregrinación trata más de conocer la devoción hacia la figura histórica del Apóstol que las representaciones litúrgicas de este. “Soy como un periodista rastreando las huellas de Pablo”, concluye.