abril 25, 2024
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Cultura quiere proteger la receta de los bizcochos marroquíes

El Gobierno local (PP-PA) va a pedir a la Junta de Andalucía que declare los célebres bizcochos marroquíes actividad de interés etnológico, una categoría de los Bienes de Interés Cultural (BIC) que tienen, entre otras, la escuela sevillana de baile y la fiesta malagueña de Verdiales.

La concejalía de Cultura – que gestiona el PA – va a solicitar a la Dirección General de Bienes Culturales de la Junta que apruebe esta petición. De esta forma, se consigue mantener en Écija la receta de estos dulces de convento para que no se pierda en el hipotético caso de que la orden de las concepcionistas franciscanas abandone la ciudad.

No es una hipótesis descabellada, ya que en el convento de la Santísima Trinidad y Purísima Concepción de Écija (que es como se llama el convento de las Marroquíes) quedan solamente dos monjas concepcionistas franciscanas, y ambas son octogenarias. La mayor parte de las religiosas del convento son de otra orden religiosa, trinitarias, y vienen, en su mayoría, de América Latina.

Si se pierde la orden de las marroquíes, se pierde la receta de sus célebres bizcochos, a no ser que la Junta de Andalucía apruebe su calificación como actividad de interés etnológico. Esa declaración patrimonial supone que, el día que falten las monjas marroquíes, si se van de la ciudad las trinitarias americanas que ahora comparten el convento con ellas, tienen forzosamente que entregar la receta a otro convento de Écija.

Así, la receta de “azúcar, huevos, almidón de trigo y la gracia de Dios” con que resumen las marroquíes los ingredientes de sus bizcochos, se quedaría en Écija, donde son elaborados desde mediados del siglo XVIII en el obrador monacal.

El bizcocho marroquí es hoy por hoy la más antigua y genuina manifestación de la repostería conventual ecijana. La receta tiene su origen en Mónica Antonia Garnica y Córdoba, Marquesa de Valdetorres, que profesó en el cenobio concepcionista en 1752.

Según Marina Martín Ojeda y Gerardo García León, en su libro sobre el convento de las Marroquíes, desde el primer momento de su elaboración, este dulce “gozó de una alta demanda y popularidad”. “La fama del bizcocho, irresistible al paladar más exigente y refinado, trascendió con suma celeridad el ámbito geográfico local”, propagada su fama por el marquesado de Peñaflor, que compraba grandes cantidades con que obsequiaba a familiares y amigos de Madrid, Valladolid, Guadix y Granada.

Fama literaria. Otra prueba de la evidente fama de los bizcochos marroquíes es que aparecen mencionados en ‘Juanita la Larga’, la célebre novela de Juan Varela, de 1885, donde se cita textualmente: “También había importado y añadido a la cocina indígena no pocos platos forasteros de más o menos remotos países, entre los cuales platos o manjares descollaban los celebérrimos bizcochos de yema, que sólo hacían unas monjas de Écija, de cuyo secreto tradicional no se comprende por qué arte o maña prodigiosa ella había sabido apoderarse”.