abril 28, 2024
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Farolillos de melón, el Halloween de las abuelas de Cañada Rosal

Mucho antes de que los EE.UU popularizasen la fiesta de Halloween, en Europa se honraba a los muertos a finales de octubre y los celtas celebraban Samhain, el año nuevo coincidiendo con el comienzo del otoño solar.

En este ritual de fertilidad pagano, la luz del fuego era una ofrenda ante los oscuros días del invierno en los que la tierra permanece casi improductiva. En el norte y centro de Europa, las horas de luz disminuyen significativamente a partir del mes de noviembre.  Por eso, esta tradición estaba extendida en la cultura popular más allá del carácter cristiano que se le otorgó con posterioridad.

En la actualidad, cada país centroeuropeo e incluso cada región, tiene sus particularidades en la celebración de esta fiesta, que en algunos lugares se concreta en un paseo o procesión con farolillos que los niños y niñas hacen de manera artesanal. El Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH) ha recopilado rituales festivos como el de ‘Los farolillos de melón’, costumbre especialmente arraigada en municipios de colonos.

Con motivo de la festividad de Todos los Santos y Difuntos, los abuelos y abuelas realizaban faroles para los nietos con los melones ya maduros. Según su costumbre, estos faroles debían colgarse encendidos en el dintel de la puerta, para ahuyentar a los espíritus que vagaban libres durante esa noche.

En Cañada Rosal existe esa tradición, traída por los colonos que también han legado los apellidos de origen fundamentalmente alemán como Filter, Ancio, Hans, Hebles, Duvisón, Delis, Rúger… comunes entre los vecinos de este pueblo fundado a mediados del XVIII. Hasta los años 60, en Cañada Rosal, cuando se acercaba el mes de noviembre, los mayores hacían para los niños, farolillos con “meloncillos” del huerto, es decir, con aquellos frutos tardíos que eran desechados para la venta o el consumo humano y que eran destinados a la alimentación de los animales.

La asociación cultural ‘Las Crujientes’ colabora con el ‘Taller de la Abuela Santa Ana’ (un proyecto social de Cáritas) con el fin de favorecer el acercamiento de las mujeres del pueblo a actividades culturales, lúdicas y formativas relacionadas con el patrimonio local y andaluz.

En el ‘Taller de la abuela Santa Ana’ participan muchas mujeres con más de 65 años, encargadas de recuperar y mostrar las antiguas costumbres a las nuevas generaciones. Desde el año pasado se hacen los farolillos de melón en la víspera del día de Todos los Santos. “Es precisamente en la memoria de estas mujeres donde todavía pervive esta tradición”, señalan desde la asociación cultural. “Ellas recuerdan que sus madres y abuelas hacían estos farolillos para entretener a los más pequeños de la casa, que con ilusión sacaban al anochecer sus farolillos que iluminaban las calles del pueblo que por aquel entonces contaban con un escaso alumbrado público”.

Estos dos grupos de mujeres, se han propuesto mostrar a sus nietas y nietos cómo celebraban la fiesta de Todos los Santos, tan diferente del Halloween de ahora. “El patrimonio cultural es lo que hace diferentes y únicos a nuestros pueblos y son los pueblos y sus gentes quienes determinan qué bienes son los que hay que proteger y conservar para la posteridad”, apuntan desde ‘Las Crujientes’. “Estas mujeres entienden que el patrimonio cultural es algo vivo que sólo puede conservarse reviviéndose cada año generación tras generación”.