El chorizo mata
Malas noticias: el chorizo mata. Y las salchichas, el jamón, la cecina y las hamburguesas. Eso dice la Organización Mundial de la Salud (OMS), ya se habrán enterado…
Todo porque el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIIC) dice que estudios epidemiológicos “sugerían que los pequeños aumentos en el riesgo de varios tipos de cáncer podían estar asociados con un alto consumo de carne roja o de carne procesada”. O sea, que la carne roja y la carne procesada son cancerígenas, mire usted. Como el tabaco. Y eso lo concluye un estudio de 22 expertos procedentes de 10 países. Me apuesto lo que quieran a que ninguno era de Cantimpalo o de Jabugo.
Pues mire usted, señora, mí me parece insuficiente lo que digan el CIIC y la OMS con todos sus expertos. Es más: ¿por qué contentarnos con la única opinión de los expertos en cuestiones sanitarias? Yo propongo que se monte un equipo multidisciplinar que haga un análisis holístico del asunto desde distintas perspectivas: biológica, psiquiátrica, económica, medioambiental y, por supuesto, religiosa.
Porque, a ver, ¿qué sentido tiene que las mejores cosas de la vida le maten a uno? ¿A qué espera el Vaticano para pronunciarse sobre el asunto? Que el jamón y el embutido provoquen cáncer ¿es la forma que Dios tiene de hackear nuestro libre albedrío? El diablo ¿vive en la mortadela? Y, de ser así, la eternidad ¿es un buffet libre de coliflor hervida y brócoli?
Porque si es así ya les aviso que prefiero condenarme.