GELEM, GELEM

Bendita sea la rama que al tronco sale. El alto de Zamoranos, la gremial calle Caleros y la encrucijada de Colón, se santifican una vez al año en un dolor de tránsito anticipado, en el momento en el que te subes las solapas de la chaqueta por el primer frescor de la noche. Va caminando entre los hombres, Dios, hecho todo un gitano. El que todo lo puede y nada pide en la embajada de su barrio: esa prolongación de sus venas y de sus huesos. Dolores de Dios nómadas y errantes, presos en el cuerpo aceituno de un hombre repudiado que chorrea sangre  grana y taheña.

Su alta muerte se hace humana:

Genil de romanas aguas,

¡ay que pena tan gitana!