Imperativo

Me miras Señor directamente a los ojos con un cierto velo de melancolía, cuando la noche gana el pulso a la tarde y nos parece que se escapa el primer día. Cuando el farol ya se enciende, y el pabilo se arraiga y la nostalgia nos embarga y el cirial se ilumina y la cera se derrama. Me miras Señor, maniatado, no me dices nada pero me lo cuentas todo. Pensamos que estás preso, pero nadie es más libre que tú.
Vas perdonando a las gentes,
vas reparando los llantos,
vas haciendo más decente
la vida en todo cristiano.
A la voz del capataz
que siempre firme llama,
tú caminas de frente
y a Juan Antonio Rabal se siente,
en tus plantas y en tus llagas.
Cuando el Señor se calla
grande se hace el abismo,
quien ve andar al Cautivo
ve andar a Dios mismo.