Nissan y lo público
Si hay un dogma neoliberal que ha saltado por los aires con la crisis provocada por el coronavirus es la de que el sector privado es más eficiente y mejor que lo público. Y, relacionado con este, también queda invalidada la teoría de que todo funciona mejor mientras menos intervenga lo público en la economía.
Ahí están ahora todos esos supuestos técnicos-que-no-se-meten-en-política justificando la financiación pública para salvar empresas privadas. Son fácilmente reconocibles: son los mismos que ridiculizaban la intervención de ‘Papá Estado’ en la economía. Y son los mismos para los que el verbo ‘nacionalizar’ está prohibido.
Es algo que parece volver a la actualidad con las deslocalizaciones de Nissan o Alcoa, contra las que, dicho sea de paso, no han salido a protestar los patriotas de pulserita en la muñeca y capital en Suiza. Todo el mundo entiende ahora que se dan las condiciones para que desde lo público se tome el control de las plantas que abandonan esas multinacionales, se reoriente la producción y se mantengan los puestos de trabajo amenazados, creando a su vez tejido industrial y recuperando soberanía (contra cuya pérdida tampoco veo protestar a la sucursal hispana de Trump).
No es algo descabellado y el ejemplo lo tenemos en los EE.UU. Allí, el Estado federal nacionalizó la General Motors y la Chrysler, dos de las empresas más poderosas del país, cuando se declararon en bancarrota. El Partido Republicano profetizó que esta “medida socialista” (así la llamaron) crearía un enorme agujero en las cuentas del Estado. Los resultados acaban de ser publicados: la General Motors, que había perdido 4.300 millones de dólares en el momento álgido de la crisis, había declarado este año 2.500 millones de beneficios. Y solo tuvo que despedir a su equipo directivo. Lo mismo hizo la Chrysler.
La economía es simplemente una actividad humana que debe estar al servicio de las personas. El Estado, lo público, eso tan denostado y tan atacado por los neoliberales hasta que les hace falta, es esencial para movilizar recursos y recuperar la soberanía industrial, que se ha mostrado vital en la pandemia, igual de decisiva que la labor de miles de trabajadoras y trabajadores que han demostrado que existe un mañana gracias a ellos.