La odisea de las tablas góticas de Santa Bárbara de Écija que acabaron en Nueva York
Durante décadas, el paradero de un retablo gótico del siglo XV de la iglesia ecijana de Santa Bárbara fue un misterio. Hasta que la investigación de los profesores Fernando Gutiérrez Baños y Gerardo García León, publicada en la revista UCOArte de la Universidad de Córdoba, trazó su extraordinaria odisea: desde la Andalucía del siglo XIX hasta las colecciones de Nueva York.
El estudio, titulado ‘De Andalucía a Nueva York: las tablas góticas de la iglesia de Santa Bárbara de Écija’, no solo identifica al autor anónimo del círculo sevillano (activo entre 1440-1450) sino que documenta minuciosamente cómo estas obras maestras del gótico internacional con influencias flamencas abandonaron España para nunca regresar.
La torre dañada, la desamortización y un cambio de gusto
Las tablas, que representaban escenas de la vida y martirio de Santa Bárbara, permanecieron en su ubicación original durante casi cuatro siglos. Su destino cambió radicalmente con la desamortización de Mendizábal (1836), cuando miles de bienes eclesiásticos fueron nacionalizados y puestos a la venta. A este factor político se sumó uno estético: el desprecio hacia el arte “primitivo” gótico frente al nuevo gusto neoclásico.
Pero el motivo principal fue la necesidad de sufragar los gastos de la reparación de la torre de la iglesia de Santa Bárbara, dañada por un rayo en 1892. En 1919, la parroquia de Santa María y Santa Bárbara de Écija, con la autorización del Arzobispado de Sevilla, vendió las dos tablas góticas para pagar esa obra, para la que se había iniciado una campaña popular de recogida de fondos en la ciudad.
Entre diciembre de 1918 y marzo de 1920, se procedió “al derribo de una gran parte de la antigua torre dañada, se repusieron pretiles y estructuras deterioradas, se construyeron dos pequeñas espadañas para soporte de las campanas, se instaló una nueva escalera de acceso y se repararon los tejados, el coro y la capilla de Nuestra Señora de los Reyes”, detalla el estudio.
Lo recaudado, no obstante, no alcanzó para cubrir el coste total de la obra, que superó las 13.600 pesetas, ya que se recaudaron un total de 11.300 pesetas, “quedando el déficit a cargo de la fábrica parroquial”, explican los investigadores en su estudio.
Según los investigadores, fue en este contexto en el que “el retablo fue desmontado y sus partes vendidas por separado”. El proceso no fue inmediato, sino que se desarrolló a lo largo de décadas, reflejando la lenta transformación del mercado artístico español.
El periplo documentado: de Écija a Nueva York
Las tablas abandonaron la iglesia para la que fueron creadas. El estudio señala que “ingresaron en el circuito del coleccionismo privado” español inicialmente, aunque su estancia en España fue breve. Como intermediarios clave, el trabajo identifica a figuras cruciales en la exportación, los marchantes Arthur Byne y Mildred Stapley, estadounidenses afincados en España que actuaron como “agentes de compra para museos y coleccionistas norteamericanos”. Estos intermediarios aprovecharon la legislación permisiva de la época y la falta de conciencia patrimonial.
En lo que los autores describen como “la diáspora del patrimonio artístico español”, las tablas cruzaron el Atlántico. Su destino principal fue Nueva York, entonces emergente como capital del mercado del arte mundial. Una vez en Estados Unidos, las tablas fueron adquiridas por diferentes compradores. Algunas llegaron a colecciones privadas de magnates industriales, mientras que otras fueron a parar a instituciones museísticas, destacando el Museo Metropolitano de Arte (The Met).
El debate sobre el expolio
“La salida se produjo en un marco legal entonces permitido”, señalan los autores, aludiendo a la falta de leyes de protección del patrimonio en la España del siglo XIX y principios del XX. Sin embargo, también destacan el “desequilibrio económico” entre compradores extranjeros con grandes recursos y vendedores locales que no valoraban el arte medieval.
El caso de las tablas de Santa Bárbara no fue aislado. Forma parte de lo que la historiadora del arte Natasha Ruiz-Gómez ha llamado “la fiebre del primitivo español”, cuando museos como The Met, el Boston Museum of Fine Arts o la Hispanic Society compitieron por adquirir obras medievales y renacentistas españolas.
La importancia artística redescubierta
Más allá de su viaje, el estudio reivindica el valor intrínseco de las tablas. Pertenecientes al estilo gótico internacional, muestran la sofisticación del arte producido en la Andalucía del siglo XV. Su iconografía dedicada a Santa Bárbara —santa protectora contra los rayos y patrona de los artilleros— refleja tanto la devoción popular como la calidad técnica de los talleres sevillanos.
“La reconstrucción del conjunto permite apreciar su coherencia narrativa y calidad técnica”, afirma la investigación. Los autores han logrado identificar varias tablas dispersas como partes de un mismo programa iconográfico, recuperando así, al menos intelectualmente, la unidad perdida.
Hoy, las tablas de Santa Bárbara permanecen en colecciones estadounidenses. Su repatriación parece jurídicamente imposible, dado que fueron adquiridas conforme a la legislación de su tiempo. Sin embargo, el estudio de Gutiérrez Baños y García León representa una forma de recuperación de la memoria.
Para Écija, esta investigación documenta una pérdida cultural irreparable pero también reafirma la importancia histórica de su patrimonio. Para la comunidad académica, el caso ejemplifica cómo el mercado del arte globalizado del siglo XIX y XX redistribuyó irrevocablemente los tesoros artísticos europeos.
Como concluyen los investigadores, “el seguimiento de estas obras permite escribir una historia paralela a la del arte: la de su recepción, valoración y dispersión”. Una historia que, en este caso, conecta la quietud de una iglesia ecijana con el bullicio de la ciudad neoyorquina.










